“La viuda soy yo’’
Por Camila Proaño
“En la sociedad no todo se sabe,pero todo se dice.”-Jacques Anatole
L a mañana del primero de enero de cada año
se despierta ojerosa y lívida pensando en lo dejado atrás y en el comienzo de
algo nuevo en el espacio del tiempo. Ella solloza como aquel techo mojado
durante las lluvias del invierno, su mente tiene amnesia sobre lo ocurrido.
Pues bien, aquel individuo que festejando el fin de una era infortunada llenó
su vacío con una droga que lo llevó a perder su auto control y lo estimuló de
tal manera que lo hizo feliz y lo sació, ahora se encuentra tendido en el piso
sin capacidad de ser el mismo. Así fue como el inicio de un año más intoxicó a
su amante haciéndolo creer que por 24 horas se podía “comer el mundo’’, podía
ser libre sin restricción de alguna autoridad, esta libertad mal definida lo
llevó a “disfrutar el fin’’ como lo llaman. Él gastó su dinero en una peluca y
en una actitud, salió por las calles a bailar, además llevó consigo un monigote
con una careta pintada con la cara de un conocido. La diversión terminaría con
la quema de aquel muñeco de aserrín, pero empezaría con embrutecerse de alcohol,
lo que ahora definen como “diversión’’.
Aquellas luces despampanantes y tan
coloridas le servían como una droga haciendo que no razonara más. Lo que este
individuo no sabía era que el año lo cobraría como víctima, no la primera, ni
la última, solo una más, y todo gracias a la incitación de la sociedad porque injiriera
licor “para despedir bien el año’’. Esta insensatez lleva a que esta fecha de
felicidad se convierta en una de muerte, cuando los hospitales atienden más
emergencias que en el resto del año, son las últimas 24 horas más cruciales del
año, donde cualquier intoxicado maneja su auto, chocando y atropellando
personas que solo festejan. Es el gran problema de la cultura del país en las
celebraciones y también del individuo de esta narración. Él descargó sus penas,
incertidumbres, etc, y las cambió por algo más dulce y adictivo, ¿quién lo culparía?,
en su lugar cualquiera haría lo mismo sin pensar las consecuencias. En fin, la
mañana del primer día de enero acechaba al cadáver de aquel que no fue abrasado
a media noche, y que en lugar de espíritu tenía ratones en el estómago y
promesas imposibles de cumplir. Así fue como enero lloraba con la lluvia y se
decía en sus adentros:
“La viuda soy yo’’.