El lobo feroz
Por Camila Proaño
Las historias
nunca son lo que parecen, las princesas no existen y mucho menos los finales
perfectos. Pues bien, esta historia comienza en una ciudad llena de neblina y confusión.
Una niña llamada caperucita roja caminaba sola entre tantas personas y el
destino o su inexistencia la llevo a encontrarse con un pequeño e indefenso
lobo de ojos profundos. Jamás pensó hallar profundidad en unos ojos, ni mucho
menos hechizarse por ellos, pero como cualquier buen embrujo el lobo la
convenció de entregarse a él, mientras jugaba minuciosamente con su mente,
corazón y piel. Caperucita no sospecho del lobo y no pudo descifrarlo debido a
que nunca encontró las pupilas en los ojos del lobo, ni siquiera distinguía su
color, solo se perdía en ellos como si fuera la misma puerta del infierno. Para
ella encontrarse con un lobo en medio de un bosque de cemento fue una loca y
poco inusual casualidad, por lo cual empezó a confiar y a enamorarse casi
obsesiva y compulsivamente del lobo. Ella siempre creyó en la simpleza del
resto de seres, pero se equivocaba, al igual que un asesino en serie, cada ser guarda
su propio demonio en el interior.
El amor llega
por sí mismo sin presiones y sin depender de la voluntad de un lobo y una niña.
Se vuelven locos cuando se besan, cuando se convierten en uno mismo uniendo sus
cuerpos. Es la sensación más placentera que puede existir. De a poco el tiempo
iba para atrás y se agotaba, era como un reloj de arena que consumía a cada segundo
su existencia. Seguramente no lleguen a cumplir sus promesas, les toque
aprender a vivir con el frío y ninguno pueda llenar su corazón vacío. Como dice
la historia, el lobo después de aprovechar cada suspiro de alegría y amor de la
niña la devoró a fragmentos, devoró hasta el último de sus entrañas llenas de
ingenuidad, simpleza y ganas de llenar una laguna emocional persistente por
años. Al ser devorada solo pensó en que al fin seria la protagonista de su
propia historia y no una un personaje alterno que muchas veces ella llegaba a
repudiar. Ese lobo feroz seria la salvación, aunque este la llevara a su propio
fin y a experimentar el más grande dolor sufrido.
El lobo la ve, la oye y la devora mejor que cualquier trastorno emocional, incluso mejor que lo haría cualquier depredador. El tiempo transcurre y caperucita pierde su esencia de a poco, ni ella logra reconocerse el espejo, pero es feliz de cierta retorcida manera. Ella sacrifica todo por sentir, por experimentar, por ser más que algo pasajero para el lobo, pero él no lo valora y solo la destruye de a poco, rompiendo la burbuja en la que la niña vivía y era feliz. En el fondo recuerda lo que su madre le advirtió al comenzar la travesía, no vuelvas sin antes llegar a tu destino, caperucita solo imaginaba que su madre se refería a aquel feroz lobo hipnotizante, pero el destino nunca se representa en alguien. El destino lo construimos y si tu construcción lastima mátala.
La inocente
niña casi no sentía su respiración, se ahogaba como si el aire fuera más denso
de lo normal, pero luchaba por aquel lobo manipulador, que solo la usaba como
fuente para su engañoso accionar. Le repetía que la amaba una y otra vez y eso
la lastimaba más que si se hundiera un clavo en su piel. Caperucita roja obedeció
a la regla del destino y se anclo a su fin. Ella clavo su ancla en la amígdala
del lobo y la cogió con su mano de tal manera que esta se abrió y descubrió en
su interior gusanos; gusanos nefastos que consumían las emociones del lobo a la
par que su destino y el final feliz con su amor. Ella se dio cuenta que su vulnerabilidad
era la golosina favorita del lobo y que esta alimentaba a sus gusanos, por lo tanto,
decidió arrancar lo mismo que el lobo le había arrancado, su corazón. Y así lo hizo,
cuando él durmió, ella se acercó y le clavo en su pecho una estaca junto con
varias lágrimas de decepción y venganza. Finalmente, se sacó su capa roja que
era su ultimo pedazo de inocencia y juro no caer en el engaño absurdo de unos
ojos profundos que parecen ser puros, pero no lo son. Como al final de todas
las historias, ella vivió feliz para siempre.
No hay que
estar rompiendo la cabeza, elije al lobo feroz que te ve, te come y te oye
mejor. Mientras no aparece el indicado hay que saber disfrutar y amar al equivocado,
porque nada es eterno ni ningún lobo es sincero.